A apenas 3 horas de
distancia en avion desde Madrid, Alicante o Valencia, podremos encontrar y
disfrutar una de las zonas mas insolitas en cuanto a naturaleza, cultura,
diversidad y gastronomia.
Pero hoy no quiero
hablaros de eso, quiero intentar transmitiros un pequeño momento que aun hoy,
despues de 5 anos recuerdo con mucha intensidad.
A solo 150 km
de crackovia en direccion sur sureste, Polonia linda con Eslovaquia. Sin duda
es uno de los lugares mas bonitos que he visto. Por suerte y debido a mi
desconocimiento del lugar, me perdi con mi coche de alquiler por la cordillera
de los Tatras, cordillera montañosa que ejerce de frontera natural entre ambos
paises. Despues de un viaje de tres horas atravesando carreteras de montaña,
perdi la orientacion debido al propio estres del viaje, y a la falta de señalizacion
que encontraremos en estos lugares. Recuerdo que era jueves santo y serian
cerca de las 10 de la noche. Empezo a preocuparme la idea de no encontrar
un alojamiento, ya que esa hora en estos lugares, se puede considerar altas
horas de la madrugada. Llamé a varias puertas de pequeñas casas que
encontraba en mi camino pero en ninguna recibí una respuesta positiva y la
dificultad del idioma me produjo aun mas desazón.
Fue en ese momento
cuando decidí cambiar el chip, transformar mi estres y preocupación en lo que
verdaderamente es un viaje, adaptarse, disfrutar el momento, disfrutar el lugar
por donde probablemnte nunca vuelva a pasar, y todas esas razones que nos
incitan a viajar. Sin duda, ese cambio de actitud me abrió los ojos y
empecé a contemplar un paisaje que jamás podré describir. Tras unas sinuosas
curvas se abrio ante mi un paraje difícil de describir, aun me emociona
recordarlo. La luna llena de jueves santo iluminó aquellos fastuosos picos y
montañas nevados, se formaban valles absolutamente limpios, puros, virgenes, el
espesor de la nieve era tal que los valles asemejaban ser grandes colchones de
algodón. El cielo estrellado relucía con una intensidad que jamás he
presenciado. Las chimeneas de las pequeñas casas humeaban dibujando un cuadro
que mas bien parecía ser una estampa navideña. En varias ocasiones, tuve que
detener el coche a un lado de la carretera para contemplar aquel grandioso espectáculo
que la naturaleza me estaba brindando. En aquel momento, sentí que era
tremendamente afortunado al poder estar viviendo ese momento. Al poco tiempo
reflexioné acerca de las grandes sorpresas que te puede dar un destino
desconocido. La suerte, el azar, el destino... podemos llamarlo como queramos,
pero en algunos momentos aparecen, y es ahí cuando nuestro viaje cobra sentido
y nuestra mente graba esos momentos. Momentos que formarán parte de nuestra
vida.
Finalmente, pude
encontrar la carretera adecuada para entrar en la Republica Eslovaca no sin
cierto resquemor, cuando las luces del coche se acercaron al puesto fronterizo
donde cuatro rudos policias me recordaron a agentes de la KGB, me hicieron
el alto y todos los ocupantes del coche pensamos, vaya suerte la nuestra... en
esta ocasión tuvimos suerte, pues presentando nuestros pasaportes nos dejaron
proseguir el viaje sin ningun impedimento. Cabe recalcar que si vamos de viaje
por aquella zona y alquilamos nuestro propio coche podemos sufrir las consecuencias
de una práctica extendida entre la policia: la corrupcion.
Con
este pequeño relato, solo pretendo compartir con vosotros una vivencia que para
mi ha quedado grabada. Pensad que el destino menos conocido a veces es el
que mayores sorpresas nos va a brindar.
Rafael Martínez
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